—Pero si te he dicho que quiere lastimarme, no sé porque no me crees.
—Es que no entiendo Sara, cómo es posible que vengas a contarme la misma historia una y otra vez y no tener prueba de ello.
—Te dije cuando te conocí que yo fui engañada de la manera más ruin y despiadada.
-Pues ahora soy yo quien se siente timado, tantos años escuchándote y ahora me siento cómplice de una historia que no puede constatarse.
—Tienes que estar tranquilo, nadie debe escucharnos, sé que te sientes involucrado, pero tú mismo me dijiste que nada de esto saldría de estas cuatro paredes y henos aquí, ahora ninguno de los dos tiene escapatoria.
—Pero tú me convenciste de que era real el miedo que sentías, que recurriste a mí pidiendo ayuda y ahora soy yo quien cree necesitarla también, por lo pronto repasemos qué fue lo que pasó y dime con detalle una vez más exactamente lo que te dijo.
—No puedo creer que lo hayas olvidado todo, como es posible que me hagas repetirte una y otra vez la misma historia.
—No te pongas así debes tranquilizarte, entiende, yo estoy de tu lado.
—Recuerdo que al principio dudé, pero ahora te creo, ahora estoy aquí, sé que me ausento ahora más que antes pero no está en mis manos poder huir de ellos y poder encontrarme aquí contigo al menos para tener un momento de paz, también me están martillando la cabeza con sus preguntas, ya no los soporto, no sé en qué momento se volvieron contra mí si yo era quien les daba las órdenes.
—Cuando te vi llegar, estabas cubierta por una manta, pero pude ver como tu mano logró desenredarse de ella, llovía a cantaros y lo más probable era que llevabas tanto tiempo sin tomar aire fresco que quisiste sentir la lluvia en tu piel, sentir las gotas en tus delicadas y suaves manos. Me acerqué a la puerta y pregunté hacia dónde te llevaban, no quisieron contestarme, esos dos brutos trataron de burlarse de mí y no respondieron.
—Escuchaba a las enfermeras hablar de ti – ¿La viste? le dijo una a la otra; claro que la vi, si parecía que la exhibían para que viéramos su cuerpo perfecto, ¿como si necesitáramos algo así en este lugar? ¿Algo? Malditas envidiosas. Yo no descansé en ocupar mi tiempo libre para buscarte, jamás imaginaria que te colocarían en esa habitación tan fría y oscura, aun así, tu palidez no opacaba tu belleza; me acerqué lentamente para no asustarte y en cuanto me viste sonreíste de la manera más dulce que nadie aquí me había sonreído jamás,
—Los demás siempre esquivan mi mirada, siempre cuchichean a mis espaldas, no creen en mi capacidad de convertir este lugar en un sitio mejor, pero tú, no dudas de mí, por eso me atreví a contarte mis secretos, esos que no había revelado y que ocultaba para no ser juzgado, fue entonces cuando te diste cuenta que podías confiar en mí, estaba aquí para ayudarte al igual que a los demás; ellos nunca me lo agradecieron, no como tú que día tras día alabas mi trabajo, te sientes cada vez mejor al contarme tus problemas. Ahora alguien te escucha, por primera vez puedes decir cuánto quieres, ahora sabes que no estás loca.
—Es tarde Sara y debo irme, pero haré lo posible para irnos esta noche, en cuanto cambien los enfermeros de turno me esconderé y tomaré las llaves de la ambulancia para irnos de aquí, no me importará mirar atrás, no me importa que digan que eres un simple maqui de aparador, que eres de utilería para una clase de interacción, no me importa que quieran mentirme, que me digan que me he vuelto loco.
—Que van a saber ellos de locura si no la han vivido como yo, día tras día, año tras año, yo sé que eres real, sé que los demás no pueden ver tu sonrisa porque solo a mí me sonríes, sé que en esta institución mental son ellos los dementes, no yo que siempre escucho sus locuras sin juzgarlos. No te desesperes Sara, espérame que al dar las seis terminaré con mis consultas como siempre, cerraré mi oficina, colgaré mi bata blanca en el perchero y será la última vez que el Dr. Bernal sea visto en este manicomio.

Azucena M. Ortiz
(Mexicali B.C. México) Soy contadora de profesión, pero mi verdadera pasión son las letras. Soy la orgullosa propietaria de Soffa, mi librería en línea, un proyecto que creé para compartir y gritarle al mundo que la historia de un libro no tiene por qué tener fin. He incursionado en la escritura creativa; mi inspiración es la condición humana, la imaginación y lo cotidiano, sin dejar de lado el fascinante mundo del terror. Me encanta ser «la loca que siempre trae un libro», una etiqueta que llevo con orgullo y que define gran parte de quién soy. Siempre estoy dispuesta a enfrentar nuevos desafíos, pues creo firmemente en el aprendizaje continuo y en ser auténtica.