Por Lázara Ávila Fernández
21 de octubre de 2024
En La magia de la poesía, exploras una profunda conexión entre la poesía y la vida misma. ¿Cómo describirías esta relación en tu obra y qué te impulsa a usar la poesía como medio para reflejar la complejidad de lo humano?
La relación entre la poesía y la vida empieza cuando descubro lo que es la empatía. Entender cuándo alguien está molesto, triste o feliz es más que solo percibir sus emociones. Yo me tomaba el tiempo para preguntar: “¿Por qué te sientes así?”. Expresar lo que llevamos dentro libera, pero muchas veces nos ponemos un escudo. Todos lo hacemos en algún momento de nuestras vidas, y hay quienes nunca se lo quitan. Lloran en silencio, ríen en soledad y aman sin ser vistos. Somos frágiles, y eso se hace evidente cuando tocamos ese escudo: sentimos las marcas de las traiciones y las huellas de los abrazos de los que nos aman.
Creo que cuando nos atrevemos a vivir nuestras emociones soltamos ese escudo y aprendemos a empuñar la espada. Esa fue la inspiración para escribir La magia de la poesía.
La magia de la poesía aborda el amor, el desamor y situaciones sociales difíciles, muchas de ellas no resueltas en nuestros países de origen. Sin embargo, el libro también está impregnado de fe y confianza, transmitiendo al lector que incluso de las experiencias más dolorosas se puede aprender. ¿Fue intencional este enfoque? ¿Cómo concibes el rol de los escritores en la sociedad, especialmente en momentos de crisis?
Todos en esta vida conocemos, o conoceremos, el amor, el desamor, la lealtad y la injusticia. Dicho esto, te contaré por qué se aprende de las situaciones dolorosas. Y no quiero decir que tengamos que ir por la vida sintiendo dolor para volvernos sabios; es una cuestión de mentalidad. Lo que voy a contarte me pasó a mí, y lo pedí de corazón. A los 24 años entendí que necesitaba un cambio. Antes de mudarme de ciudad, reflexioné y, con los ojos cerrados, le pedí a Dios que me fuera mal para poder valorar lo que me corresponde por derecho divino.
Durante los dos años que estuve en la nueva ciudad, me pasó de todo. Se incendió mi auto. El autobús me dejaba y tenía que caminar más de una hora de madrugada para llegar a casa. Las personas que podían ayudarme me negaban su apoyo, y la gente me prejuzgaba por cómo iba vestido con mi ropa de trabajo. En esos dos años, el dinero apenas me alcanzaba, así que decidí regresar a la ciudad donde había vivido antes.
En mi adolescencia, entre los 16 y 17 años, fui rebelde y materialista. Era el año 2000, todo era barato, y yo ganaba lo que hoy es difícil ganar para subsistir. Gastaba dinero y vivía creyendo que en el mundo material se podía tener todo si había dinero. Mis amistades eran mayores de 30 años. Me querían, pero odiaban mi actitud: siempre prepotente, siempre alardeando de lo que tenía. Hasta que escuché historias de personas que habían cambiado después de vivir una tragedia. Como el caso de alguien que iba bebiendo con su amigo, chocaron, y aunque al conductor no le pasó nada, dejó de beber para siempre. O esas personas que no se reconciliaron con un ser querido antes de que este falleciera, y abandonaron los vicios por remordimiento. Es como cuando tu madre te dice: “No te subas al árbol”, y te caes. Después ya no vuelves a hacerlo hasta que el dolor desaparece.
En el amor y el desamor, una infidelidad te enseña a respetar y valorar una relación si lo que realmente deseas es enamorarte. Sin embargo, uno toma decisiones y navega entre los placeres y las consecuencias.
Sobre el rol de los escritores en momentos de crisis, es difícil dar una respuesta concreta porque cada cabeza es un mundo. Hay escritores que llenan sus libros de verdades, aunque la realidad sea cruda. Otros escriben sobre luchas y sufrimientos, algunos aún sin resolver, mientras que otros ya han encontrado su salida. Pero algo debe quedar claro: no escribimos para que se nos tenga lástima. No quiero que sientas pena por mí; lo que quiero es que no pases por lo mismo. No te estoy contando batallas perdidas, te estoy advirtiendo de lo que podrías enfrentar algún día.
Las emociones juegan un papel crucial en tu obra. ¿Qué lugar ocupan en tu proceso creativo? ¿Cómo influyen el amor, el desamor y los conflictos sociales en la forma en que escribes?
Las emociones son las protagonistas en La magia de la poesía. Me gusta escribir para ese lector que no espera el final esperado. Por ejemplo, en el poema “Entre el odio y el amor – Medea”, la gente me comenta que le gusta, pero que también les pone la piel de gallina. Como ese, hay muchos otros. Por ejemplo, en “Carta de amor”, me sumergí tanto en uno de los personajes que terminé derramando una lágrima.
Uno de los conflictos que noto es el desamor en pareja. En muchas relaciones se ha perdido el respeto y el interés. En mi libro encontrarás poemas como “Amor es el antídoto”, que escribí para que la mujer recupere la confianza en sí misma, recuerde lo hermosa que es y lo mucho que vale. A la vez, es un mensaje fuerte para el hombre, recordándole las promesas de amar y respetar.
Cierro La magia de la poesía con una gran historia, un homenaje a esas parejas de antaño que han durado más de treinta años juntas. Es también un mensaje poderoso para las nuevas generaciones que quieren construir una historia de vida junto a su amor.
Tu libro más reciente, La ciudad de los gigantes, está orientado hacia el público infantil. ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro? ¿Hubo algún evento o experiencia personal que te inspirara a contar esta historia?
Sí, hubo una experiencia personal. Como todo niño, solía dejar volar mi imaginación mientras jugaba en mi infancia. Pero un día me detuve a observar los cerros de la colonia donde vivía, y vi la silueta de un enorme gigante recostado sobre la cordillera. Aún lo recuerdo como si fuera ayer: tenía una pierna estirada y la otra recogida, con la rodilla apuntando al cielo. Una de sus manos descansaba detrás de lo que parecía ser su cabeza, usando la palma como almohada. Esa imagen me maravilló. Con la mente y la voz de niño, le dije a lo lejos: “Yo sé que existes”.
Comparando ambos libros, La magia de la poesía y La ciudad de los gigantes, ¿cuáles fueron las principales diferencias en su proceso de creación? ¿Cómo abordaste la poesía y la narrativa infantil desde perspectivas tan distintas?
El proceso de La magia de la poesía fue difícil, porque no tenía ningún tipo de conocimiento en poesía ni prosa poética, y tampoco estaba en mis planes hacer un libro en ese momento. Simplemente escribía lo que sentía y lo hacía como me expresaba, con todos mis errores gramaticales, sin signos de puntuación, y usando la sintaxis incorrecta. Aun así, mis escritos fueron evolucionando. Comencé escribiendo sobre el amor, el desamor, la traición, y más.
El día en que todo cambió fue el mismo año en que pedí ese giro en mi vida. Ese día, la poesía y yo hicimos una de las conexiones más bellas. Lo que voy a contarte quizá sea difícil de creer, pero te prometo que es cierto. Estaba en un autobús público camino al trabajo y comencé a escribir un poema titulado “Alma en pena”. Pensé en un bosque como escenario y en sombras como villano, que se pueden interpretar como espectros. Cuando llegué a la parte donde el personaje se adentra en el bosque, sentí que lo seguía, a unos pasos detrás de él. En ese momento, la oscuridad nos envolvió tanto en mi imaginación como en la realidad: el sonido de los carros y las conversaciones en el autobús desaparecieron por completo. Todo quedó en silencio, en una oscuridad total. Me dio miedo, pero ya estaba comprometido con la historia, así que dejé que fluyera mi imaginación.
Cuando puse el punto final, todo volvió a la normalidad. El cierre me encantó, y aquí lo comparto para despertar tu curiosidad: “El cuerpo sin alma no existe, el alma no vive si no hay corazón, mi corazón murió cuando de mi mano cansada cayó aquella flor”. Ese día firmé un contrato con la vida para dedicarme a escribir. La poesía me regaló algo que es difícil de explicar, difícil de creer, pero maravilloso de vivir.
Con La ciudad de los gigantes, el proceso fue diferente. Le atribuyo ese libro a mi gran imaginación y a la conexión que siempre he tenido con mi niño interior. ¿Recuerdas a Robin Williams en la película Jumanji? Así me siento yo. A mis casi 40 años, todavía me divierto como un niño: me río a carcajadas, brinco, juego y disfruto de hacer actividades con mi hijo y mis sobrinos. Sé que un día crecerán, y lo que hoy nos hace reír quizá después les parezca aburrido, y no quiero perderme esos momentos.
La ciudad de los gigantes lo escribí con dos propósitos. El primero es dejar un legado para mi hijo y para mis siete sobrinos (tres sobrinas y cuatro sobrinos). Quiero que sea una fuente de ingreso para cuando la necesiten. Cada uno de ellos representa un personaje en el libro, con mi hijo como protagonista de la historia. A los quince años, me sentaré con ellos y les diré que, si quieren generar ingresos, pueden ordenar ejemplares, promocionarlos y venderlos. Cada personaje tiene un papel destacado en la historia, lo que les permitirá hablar sobre su personaje al promocionar el libro. Creo que es una buena estrategia, y un ingreso extra nunca le viene mal a nadie.
El segundo propósito es para la audiencia infantil: quiero que los niños no pierdan la conexión con su imaginación. Estamos en una época dominada por la tecnología, los videojuegos y las redes sociales, pero cada vez vemos menos niños jugando como si fueran aviones y volaran. Muchos han dejado de creer en Santa Claus. Un niño necesita su inocencia y su imaginación.
Hay pequeños que muestran talentos desde muy temprana edad, y muchas veces los padres no nos damos cuenta de que, al llenarles la vida de tecnología, les estamos cortando las alas. Esto va para ti, mamá o papá: si tu hijo dibuja algo que te parece impresionante para su edad, eso es talento. Si canta como los ángeles, toca instrumentos o hace acrobacias, nuestra tarea es fomentar ese talento. Tal vez de adultos no usen esas habilidades, pero se convertirán en herramientas útiles para que enfrenten la vida con más facilidad. No lo tomes como tiempo perdido; conviértelo en años de experiencia que, al final, serán parte de su historia.
En La ciudad de los gigantes, los personajes luchan entre el bien y el mal. ¿Cómo fue el proceso de desarrollar estos personajes y qué mensaje querías transmitir a través de ellos?
Voy a comenzar hablando del Príncipe Negro. Es un personaje que se vuelve perverso y manipulador, subyugando al pueblo y lastimando a las personas bajo un régimen de dolor. Es un claro ejemplo de lo que pasa cuando se tiene al líder equivocado.
El niño Elian representa nuestra niñez. Yo nací en los ochenta y viví en México hasta los once años. Tengo los mejores recuerdos de esa infancia, como los juegos que solíamos jugar: bateado, en el que participaban niños y adultos para hacerlo más emocionante, y stop, donde uno decía: “Declaro la guerra a mi peor enemigo, que es…”, y se nombraba una fruta, un país o una comida típica. Si acertaban a lo que habías elegido, tenías que correr y llegar a la meta antes de que te atraparan. ¡Hermosos recuerdos!
En La ciudad de los gigantes, todo es imaginación, juegos y diversión. Creo que en la niñez y parte de la adolescencia debemos disfrutar de esos privilegios, porque se van desvaneciendo en cuanto queremos sentirnos adultos. Hoy en día veo niños que, con solo quince años, quieren vivir como adultos, cuando deberían seguir creciendo rodeados de amigos y haciendo cosas de adolescentes. Como padres, sabemos lo que significa ser adultos responsables y a veces intentamos adelantar el crecimiento de nuestros hijos por preocupación, queriendo darles todas las herramientas posibles. Sin embargo, en ese proceso apagamos su niñez.
Por otro lado, muchos de nuestros amigos tuvieron infancias más duras que la nuestra. Algunos trabajaron desde niños, otros sufrieron maltrato o crecieron sin la presencia de sus padres. Para muchos, la abuela fue la única madre que conocieron. Y a pesar de lo difícil que fue para ellos, sonríen al recordar las cosas divertidas y las locuras de su infancia.
Si tu niñez no fue tan agraciada, te invito a que, a través de este libro, te des la oportunidad de usar tu imaginación una vez más. Quizá recuerdes pequeños momentos felices de tu infancia.
En cuanto a la sirena, es un personaje con una vida pasada que le dejó secuelas, y ese dolor se transformó en coraje. El mar, su amo y guía, limpió su corazón y la ayudó a sanar sus heridas. Es una representación de lo que vemos mucho hoy en día: el trabajo interior para sanar al niño que llevamos dentro. Hay constelaciones familiares para alinear generaciones pasadas y rituales que buscan respuestas a través de la introspección. Por eso le di ese rol a la sirena.
El Oso Rey tiene su propia forma de actuar. El Tigre Dientes de Sable es un cachorro con una mentalidad fuerte, que cree que todo es posible. Los gnomos representan la unión entre hermanos, porque todos sabemos que una buena relación entre hermanos crea vínculos indestructibles y genera armonía. Ningún hermano es más por tener más, ni vale menos por tener menos.
La lucha entre el bien y el mal puede interpretarse de muchas maneras, desde los pequeños hasta los grandes conflictos. Por ejemplo, cuando un grupo de personas que se cansó de ser molestado decide unirse, o cuando un pueblo harto de las injusticias se levanta. Para mi público infantil, esa batalla es una aventura colosal donde criaturas y humanos usan sus poderes para defender lo que creen correcto.
El objetivo del libro es que los niños sigan usando su imaginación, porque esta siempre ha sido parte de nuestra vida. Nos dicen: “Imagina, decrétalo y sucederá”. Todos tenemos imaginación; algunos la usan más que otros, y algunos la emplean para el mal en vez de para el bien. Pero la imaginación siempre está ahí.
He visto morir un gran talento por el abuso de la tecnología. Uno de los personajes del libro está inspirado en mi sobrino. Desde pequeño se inclinó hacia el dibujo, y lo que veía, lo plasmaba sin necesidad de calcar. Pero un día recibió un regalo: tecnología. Y eso borró su talento de su mente. Ahora, cada vez que intenta dibujar, se aburre y enciende su consola para jugar.
No se trata de competir contra la tecnología, sino de guiarlos para que aprendan a usarla a su favor.
De todos los poemas y relatos en La magia de la poesía, ¿hay alguno que tenga un significado especial para ti? ¿Por qué este poema o relato destaca en tu trayectoria como escritor?
Son varios, pero voy a mencionar mi top tres. El primero es El bosque Saby. Es una leyenda en cuatro partes o capítulos que tiene un toque de déjà vu. En la primera parte, se describe un bosque que ofrece los paisajes más hermosos, paz y tranquilidad. Te atrae sin que sepas cómo, pero terminas enamorado de él. Esa primera parte contiene una pista para entender lo que viene después. En la segunda parte, se revelan los misterios del bosque y cómo manipula las mentes. La tercera parte se centra en el desarrollo de los personajes: por qué llegaron al bosque y cómo cada una de sus acciones fue manipulada. Finalmente, la cuarta parte es el desenlace, pero tendrás que descubrirlo por ti mismo.
El segundo es Tú y yo. Este poema va más allá de una conversación en pareja: es un aprendizaje de toda una vida. Refleja el verdadero sentido del amor, con sus altos y bajos, y cómo dos almas que han vivido mucho siguen esperando nuevas experiencias. Son dos seres que se comprendieron hasta el punto de entenderse por completo, capaces de soportar la verdad para al final disfrutar de una vida basada en el respeto y el amor. Es un homenaje a las parejas que han durado muchos años juntas y una reflexión para las que desean construir una historia de amor duradera.
El tercero es La introducción. En este poema expreso mis pensamientos y hago un balance de cómo vivo mi vida. Hablo de lo que significan para mí el amor y el desamor, de mi madre, del amor hacia Dios, de la pasión, la imaginación y la libertad. También reflexiono sobre el encuentro conmigo mismo y sobre la inmortalidad: esa huella que quiero dejar en este mundo.
En La ciudad de los gigantes, logras integrar elementos fantásticos con reflexiones sobre la realidad. ¿Cómo manejaste este equilibrio entre la fantasía y los mensajes más profundos que querías transmitir?
Así como en la fantasía, en la realidad vivimos rodeados de reflexiones. Cada acción que realizamos y cada decisión que tomamos en el día a día son momentos de reflexión. Nos maravillamos con las películas de ciencia ficción y con historias que ponen a prueba nuestra imaginación, pero a veces olvidamos que los elementos tierra, fuego, aire y agua, que usamos constantemente, son igual de fantásticos que lo que vemos en esas películas.
Si llevas a unos niños a una alberca y los dejas jugar, verás cómo surge la magia en cada risa y chapoteo. Los fuegos artificiales iluminan el cielo y nos hacen sentir asombro. El viento en un día caluroso nos obliga a cerrar los ojos y disfrutarlo. Y la tierra, que un día cubrirá nuestros cuerpos, nos brinda muchos años de vida para que la disfrutemos al máximo.
¿Qué desafíos enfrentaste al escribir ambos libros y cómo los superaste, tanto en términos de contenido como en tu proceso creativo?
El proceso creativo para La magia de la poesía no fue complicado. Solo tenía que buscar un título y escribir un poema inspirado en él. Se trataba de expresar lo que sentía, usando personajes como la luna, el sol, las estaciones del año u otros elementos naturales. De manera similar, La ciudad de los gigantes fluyó sin dificultad. Dejé que la historia me guiara y simplemente me dejé llevar por ella.
El verdadero desafío estuvo en el contenido, porque yo estaba escribiendo sin experiencia. Al principio, trabajé con personas que ofrecían servicios editoriales, pero luego descubrí que no eran editores de verdad, sino intermediarios entre las editoriales. Después de un año sin que mi libro avanzara, me di cuenta de que esas personas no podían cumplir lo prometido. Fue muy frustrante, porque siempre me daban nuevas fechas de entrega que nunca se cumplían. Para acortar la historia, pasaron dos años y el libro seguía sin salir. Mi sueño de publicar La magia de la poesía se estaba convirtiendo en una pesadilla.
Mi problema también era el lenguaje, porque, aunque había escrito durante varias etapas de mi vida, nunca lo hice con un lenguaje culto. Mis estudios terminaron a los catorce años, y eso fue una limitación. La solución vino cuando decidí romper el contrato con esas personas y buscar profesionales que realmente pudieran ayudarme.
Antes de romper el contrato, conocí a Lázara Ávila y le conté lo que me estaba pasando. Ella me guió y, finalmente, pude entregarle el archivo del libro. Pero el desafío no terminó ahí. Cuando Lázara revisó el archivo, encontró muchos errores, como era de esperarse. Me tomó una semana reunir el valor para escuchar su veredicto: el lenguaje de mi libro era pobre y vulgar. Fue un golpe muy fuerte, especialmente después de dos años escuchando a aquellas personas decirme que todo estaba bien y que el libro sería un éxito.
No me quedó más remedio que confiar en los expertos. Me puse en manos de quienes sabían lo que hacían y le dije: “¿Qué hay que hacer para que el libro quede bonito?”. Y así fue como seguí adelante.
Al trabajar en La magia de la poesía y La ciudad de los gigantes, ¿hubo algo en el proceso editorial que te sorprendiera o te enseñara algo nuevo sobre la creación de libros? ¿Cómo fue esa experiencia?
Mientras La magia de la poesía se reestructuraba y pulía, yo iba educándome y adquiriendo conocimientos. Aprendí sobre el floreo en los poemas, la cacofonía, la correcta estructura entre sujeto, verbo y predicado, y comencé a entender mejor los signos de puntuación. Cualquier cosa que pudiera ayudarme a mejorar mis habilidades en el mundo de los libros era bien recibida.
El curso de redacción que tomé con Lázara Ávila fue fundamental. Me enseñó la importancia de mantener siempre una mente abierta al aprendizaje. Algo que me dejó sin palabras fue ver cómo mis poemas tomaban forma sin alejarse de la idea original que yo tenía para cada uno. Poder plasmar la idea de una persona hasta el punto en que todos los involucrados quedan satisfechos —uno con su trabajo y el otro con su esfuerzo— es algo maravilloso.
Después de leer tus libros, ¿qué mensaje o reflexión te gustaría que los lectores se lleven, tanto de La magia de la poesía como de La ciudad de los gigantes?
El mensaje de La magia de la poesía es que, si tu poesía transmite un mensaje positivo o una reflexión sobre algo negativo, debes predicar con el ejemplo. Si hablas de no dañar a tu prójimo, entonces también debes amarlo. Si hablas de amor propio, asegúrate de que no sea un amor egoísta. Al final, lo que llamamos bueno o malo son solo experiencias que atravesamos durante el tiempo que estamos vivos.
Con La ciudad de los gigantes, quiero que aprendamos a ser justos con los privilegios que les damos a nuestros hijos. No porque queramos que tengan una infancia mejor que la nuestra, debemos convertirlos en esclavos de la tecnología. Y si tú eres un soñador y te da miedo ser juzgado por inmaduro, recuerda que solo hay una vida. Pero ser niño es algo que puedes elegir ser siempre, a cualquier hora.
Finalmente, ¿en qué proyectos futuros estás trabajando? ¿Seguirás explorando la poesía o te enfocarás más en la narrativa? ¿O tal vez ambos géneros continuarán siendo parte de tu recorrido literario?
Estoy trabajando en varios proyectos. Uno de ellos es un segundo libro de poesía, y otro es un libro de gratitud hacia las mascotas. También estoy avanzando en la novela Las historias del abuelo y estoy adaptando La ciudad de los gigantes como obra de teatro. Además, estoy ayudando a una compañera a terminar su primer libro de poesía.
El próximo año espero cumplir con al menos dos de estos proyectos y seguir creando para que la gente continúe disfrutando de mis libros.
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